LucasSoares / Osías Stutman o la memoria como obra en curso. Notas sobre La vida galante y otros poemas
[Fragmentos. Texto completo en la edición impresa]
Osías y la memoria. Deleuze escribió que la mejor manera de comprender el núcleo del pensamiento de un filósofo consiste en acercarse a él, como si fuese un amigo en dificultades, y preguntarle: “¿Cuál es tu problema?”. Heidegger, por ejemplo, diría: el problema del ser. Si le preguntásemos a Osías “¿cuál es tu problema?”, creo sin dudas que respondería: la memoria. Ésa es la obsesión recurrente de su poética cristalizada en La vida galante y otros poemas. Desde ahí, bajo el imperio de una memoria que lleva las riendas de su mirada poética, se lanza a la captura del mundo. La memoria, hecha de sugestiones, excitaciones y esperanzas, constituye el vocabulario del poeta, la metáfora que lo manipula y trasciende: Traslada, va y viene, transporta sin ir (Otro escritor, p. 148). No es casual que el epígrafe de Martí que abre el libro introduzca desde el vamos la tensión memoria/desmemoria: Ella dio al desmemoriado/ Una almohadilla de olor. Como si a través de esa almohadilla, Osías recuperara a lo largo de sus poemas memorias propias y ajenas. Ni tampoco es casual que una de las secciones de La vida Galante se llame “Homenajes a las Memoria”.
El juego poético estriba para Stutman en la construcción de memorias falsas o, para usar uno de sus títulos, de “pasados ficticios”. Frente a la pregunta ¿de qué vive un texto? Nos dice: de memorias fingidas: los recuerdos de todo instante / y las memorias del mundo entero (La Simulación, p. 33). Se trata de una memoria personal hecha de pasados ficticios, exagerados: Sólo permito las memorias exageradas, / los recuerdos fingidos de un juego pueril (La escritura, p. 11). Las imágenes y palabras que componen los poemas sólo se hacen visibles bajo el agua turbia de la memoria: Pero es ella una imagen tan / ajena que no puedo pensarla en ningún idioma (Los pensamientos, p. 14). Para Osías el poeta es en el fondo un forjador de memorias. Contribuye a la emergencia de una memoria que de tan ficticia se vuelve la única posible. Como los actores, vive otras vidas gracias a memorias ajenas.
La poesía no es una lengua, ni una religión, ni una geografía. La poesía es para Osías el diario meticuloso de nuestros olvidos y memorias pasadas, que al fijarse en el poema se vuelven ficticias: Todo en el recuerdo se transforma (El Viaje, p. 70). La poesía como el registro de imágenes y palabras propias y ajenas que si no se escriben, se olvidan, dejan de existir. Es que en el fondo el poema ya está hecho. Quiero decir: ya está escrito en la memoria. Las visiones están ahí, esperando ser recordadas. Se trata tan sólo de escuchar lo que se filtra por los cuartos entreabiertos de la memoria: Otra vez, lo que escucho es sólo memoria (La lección, p. 20). La memoria como un work in progress, siempre incompleta. Pero si la poética de Stutman descansa sobre la memoria; si el poeta revisa y desgrana su música en memoria, también debe fundarse ―y aquí reside la potencia paradojal de la memoria― sobre el olvido de esa memoria: Entonces el único rescate es recordar / ese olvido como momento milagroso / que nos redime (El Escritor Que Cree En Lo Que Ve, p. 161). Bajo esta luz, Osías nos viene a decir que toda poesía es el resultado de un delicado equilibrio entre olvido y memoria: Ni joven ni viejo puedo olvidar / los recuerdos de mi primer desierto (La Luna Nueva, p. 39). Por eso tiene razón Ricoeur cuando señala que hay que evitar la demasiada memoria al mismo tiempo que evitar la muy poca memoria.
Osías cree, como Virginia Woolf, que nada ocurre hasta que uno no lo escribe. Pero va más allá, al decirnos que ni siquiera está a nuestro alcance conocernos. Sólo recordarnos: Ahora veo una garganta y la nombro. / Esa cosa huye y desaparece y ya es recuerdo, / o permanece como el remordimiento que engendra / el conocer (La Juventud o la Inmovilidad, p. 108). Porque perdida la memoria no hay poema: Sólo olvidar y recordar son el mundo verdadero (La Desaparición o las Diferencias, p. 105). Rota la familiaridad con lo que escribe, el poeta se entera de lo que le pasa al leer lo escrito por él como si fuera otro que escucha, de modo que conocer es, como quería Platón, recordar. En la poética de Stutman el poeta se encuentra respecto de lo que escribe en la misma posición que el lector: Procaz como un río sucio me hablo / como si fuera otro escuchando (Consejos a una poeta, p. 164). Para leer estos poemas hay que sacarse de encima el prejuicio de creer que por el hecho de ser inventada o ficticia, una memoria no es verídica. Aquí pasa lo contrario. La memoria, precisamente por ser inventada, se vuelve real, verdadera.
Osías y la memoria. Deleuze escribió que la mejor manera de comprender el núcleo del pensamiento de un filósofo consiste en acercarse a él, como si fuese un amigo en dificultades, y preguntarle: “¿Cuál es tu problema?”. Heidegger, por ejemplo, diría: el problema del ser. Si le preguntásemos a Osías “¿cuál es tu problema?”, creo sin dudas que respondería: la memoria. Ésa es la obsesión recurrente de su poética cristalizada en La vida galante y otros poemas. Desde ahí, bajo el imperio de una memoria que lleva las riendas de su mirada poética, se lanza a la captura del mundo. La memoria, hecha de sugestiones, excitaciones y esperanzas, constituye el vocabulario del poeta, la metáfora que lo manipula y trasciende: Traslada, va y viene, transporta sin ir (Otro escritor, p. 148). No es casual que el epígrafe de Martí que abre el libro introduzca desde el vamos la tensión memoria/desmemoria: Ella dio al desmemoriado/ Una almohadilla de olor. Como si a través de esa almohadilla, Osías recuperara a lo largo de sus poemas memorias propias y ajenas. Ni tampoco es casual que una de las secciones de La vida Galante se llame “Homenajes a las Memoria”.
El juego poético estriba para Stutman en la construcción de memorias falsas o, para usar uno de sus títulos, de “pasados ficticios”. Frente a la pregunta ¿de qué vive un texto? Nos dice: de memorias fingidas: los recuerdos de todo instante / y las memorias del mundo entero (La Simulación, p. 33). Se trata de una memoria personal hecha de pasados ficticios, exagerados: Sólo permito las memorias exageradas, / los recuerdos fingidos de un juego pueril (La escritura, p. 11). Las imágenes y palabras que componen los poemas sólo se hacen visibles bajo el agua turbia de la memoria: Pero es ella una imagen tan / ajena que no puedo pensarla en ningún idioma (Los pensamientos, p. 14). Para Osías el poeta es en el fondo un forjador de memorias. Contribuye a la emergencia de una memoria que de tan ficticia se vuelve la única posible. Como los actores, vive otras vidas gracias a memorias ajenas.
La poesía no es una lengua, ni una religión, ni una geografía. La poesía es para Osías el diario meticuloso de nuestros olvidos y memorias pasadas, que al fijarse en el poema se vuelven ficticias: Todo en el recuerdo se transforma (El Viaje, p. 70). La poesía como el registro de imágenes y palabras propias y ajenas que si no se escriben, se olvidan, dejan de existir. Es que en el fondo el poema ya está hecho. Quiero decir: ya está escrito en la memoria. Las visiones están ahí, esperando ser recordadas. Se trata tan sólo de escuchar lo que se filtra por los cuartos entreabiertos de la memoria: Otra vez, lo que escucho es sólo memoria (La lección, p. 20). La memoria como un work in progress, siempre incompleta. Pero si la poética de Stutman descansa sobre la memoria; si el poeta revisa y desgrana su música en memoria, también debe fundarse ―y aquí reside la potencia paradojal de la memoria― sobre el olvido de esa memoria: Entonces el único rescate es recordar / ese olvido como momento milagroso / que nos redime (El Escritor Que Cree En Lo Que Ve, p. 161). Bajo esta luz, Osías nos viene a decir que toda poesía es el resultado de un delicado equilibrio entre olvido y memoria: Ni joven ni viejo puedo olvidar / los recuerdos de mi primer desierto (La Luna Nueva, p. 39). Por eso tiene razón Ricoeur cuando señala que hay que evitar la demasiada memoria al mismo tiempo que evitar la muy poca memoria.
Osías cree, como Virginia Woolf, que nada ocurre hasta que uno no lo escribe. Pero va más allá, al decirnos que ni siquiera está a nuestro alcance conocernos. Sólo recordarnos: Ahora veo una garganta y la nombro. / Esa cosa huye y desaparece y ya es recuerdo, / o permanece como el remordimiento que engendra / el conocer (La Juventud o la Inmovilidad, p. 108). Porque perdida la memoria no hay poema: Sólo olvidar y recordar son el mundo verdadero (La Desaparición o las Diferencias, p. 105). Rota la familiaridad con lo que escribe, el poeta se entera de lo que le pasa al leer lo escrito por él como si fuera otro que escucha, de modo que conocer es, como quería Platón, recordar. En la poética de Stutman el poeta se encuentra respecto de lo que escribe en la misma posición que el lector: Procaz como un río sucio me hablo / como si fuera otro escuchando (Consejos a una poeta, p. 164). Para leer estos poemas hay que sacarse de encima el prejuicio de creer que por el hecho de ser inventada o ficticia, una memoria no es verídica. Aquí pasa lo contrario. La memoria, precisamente por ser inventada, se vuelve real, verdadera.
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Osías y las fuentes. Stutman abreva de distintas fuentes. Hay poemas que intercalan, aluden o son disparados, explícita o implícitamente, por pasajes literarios, cuadros, films, canciones, hechos históricos, viajes. Todo ello se amalgama en una memoria personal (la del poeta) hecha de imágenes y palabras ajenas, cuyas fuentes se revelan en las notas que encontramos al final del libro. Esto que podría verse como un defecto, en el sentido de que la aclaración de la fuente estaría revelando de más, no consigue desequilibrar el juego poético entre el mostrar y el ocultar. Osías sale airoso: el poema sigue creciendo gracias a la oscuridad de su raíz. O para decirlo en palabras de Leonard Cohen, el poema sigue casado con el misterio. Se trata así de una poesía que vive de episodios prestados, de citas partidas y enlazadas: Todo es prestado, menos la manera de decirlo / o el callar (Un Vocabulario Pretencioso, p. 17). A Osías se le puede aplicar esa frase genial con la que Lamborghini definía la estrategia poética de Eliot: “hizo un poema sin ninguna línea de él”. Todo el libro puede leerse como un abanico de versos ajenos, un diario de palabras recordadas (El Mismísimo Centro de África en Oxford, p. 26). Frente al espejo de las memorias prestadas, explicitadas en las fuentes, el poeta llega a conocerse y deviene el hombre que es y no es. El hombre que renace a través del acto poético: Después / de la lectura notaremos grandes diferencias y parecidos (La lectura otra vez, p. 203). Allí reside la apuesta de Osías que, como buen poeta, no apaga la batalla entre el aludir y el explicar (La juventud o la inmovilidad, p. 109).
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Osías y las fuentes. Stutman abreva de distintas fuentes. Hay poemas que intercalan, aluden o son disparados, explícita o implícitamente, por pasajes literarios, cuadros, films, canciones, hechos históricos, viajes. Todo ello se amalgama en una memoria personal (la del poeta) hecha de imágenes y palabras ajenas, cuyas fuentes se revelan en las notas que encontramos al final del libro. Esto que podría verse como un defecto, en el sentido de que la aclaración de la fuente estaría revelando de más, no consigue desequilibrar el juego poético entre el mostrar y el ocultar. Osías sale airoso: el poema sigue creciendo gracias a la oscuridad de su raíz. O para decirlo en palabras de Leonard Cohen, el poema sigue casado con el misterio. Se trata así de una poesía que vive de episodios prestados, de citas partidas y enlazadas: Todo es prestado, menos la manera de decirlo / o el callar (Un Vocabulario Pretencioso, p. 17). A Osías se le puede aplicar esa frase genial con la que Lamborghini definía la estrategia poética de Eliot: “hizo un poema sin ninguna línea de él”. Todo el libro puede leerse como un abanico de versos ajenos, un diario de palabras recordadas (El Mismísimo Centro de África en Oxford, p. 26). Frente al espejo de las memorias prestadas, explicitadas en las fuentes, el poeta llega a conocerse y deviene el hombre que es y no es. El hombre que renace a través del acto poético: Después / de la lectura notaremos grandes diferencias y parecidos (La lectura otra vez, p. 203). Allí reside la apuesta de Osías que, como buen poeta, no apaga la batalla entre el aludir y el explicar (La juventud o la inmovilidad, p. 109).
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Lo probable ajeno. El punto donde confluyen los cuatro tópico centrales de la poética de Stutman, la memoria, el realismo, las fuentes y el engaño, puede leerse en estos versos que conjugan al mismo tiempo la enorme potencia de su efecto de lectura: Es imposible / creer una sola palabra de lo que dice / aunque brille fugaz el minuto que asombra (La locura del mundo, capítulo 7: La Memoria, p. 98). El material de Osías, la más propia posibilidad de su poesía se resuelve, paradójicamente, en la mostración de lo probable ajeno (Las Traducciones, p. 211).
Etiquetas: Hablar de Poesía 20, Lucas Soares, Osías Stutman
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